Para nadie es un mito que la educación de nuestro país no pasa por un buen momento, y la muestra han sido las evaluaciones PISA que aplica cada 3 años la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), en donde por más de 15 años hemos ocupado el último lugar de los países miembros de este organismo.
En educación superior, las cosas no son diferentes; por varias décadas nuestra UNAM fue la mejor universidad de América Latina, honroso puesto que hemos cedido a la Universidad de Sao Pablo. Según el ranking QS, uno de los mejores del mundo, la mejor universidad del planeta es el MIT, seguido del Imperial College London, y la Universidad de Oxford. La UNAM aparece en el lugar 94.
En América Latina la mejor universidad es la de Sao Paulo, seguida de la Universidad Católica de Chile y la Universidad Estadual de Campinas. La UNAM aparece en el lugar número 7 de la región.
Desde hace varias décadas la educación dejó de ser importante en México como motor de su economía, quizás equivocando el rumbo por la tranquilidad de que la economía mexicana se sustentaba cómodamente en los recursos naturales y en la mano de obra barata, pues ambas eran suficientes soportes para mantener un “aceptable nivel de vida”. Pero el siglo XXI nos está retando tremendamente, pues la innovación se ha convertido en el soporte de las economías exitosas, por lo que un sistema educativo centrado en la memoria, como lo es el mexicano, nos genera una tremenda incertidumbre en el presente siglo.
El mundo en vías de desarrollo está experimentando un atraso significativo de sus alumnos, tanto así que investigadores señalan que los niños de la mitad más pobre del planeta tienen dificultades incluso para leer una frase sencilla o hacer operaciones matemáticas básicas.
Los países que se han preocupado por el tema han tratado de experimentar con estrategias que van desde la mejora salarial de sus docentes, hasta la reducción del tamaño de las clases para tener una educación más personal, pero la realidad es que mientras no se cambie el enfoque de la memoria como fin último de la educación, para determinar a la innovación como objetivo de los sistemas educativos, el cambio no será significativo.
Un caso que vale la pena analizar es el que vive Malawi, un país muy pobre que sufre hacinamiento en sus aulas, falta de material didáctico, y de profesores formados, lo que le ha llevado a obtener pésimos resultados educativos. Desde hace algún tiempo, las autoridades de este país con el apoyo del Copenhagen Consensus Center de Estados Unidos, desarrollaron una estrategia educativa que impulsa la calidad en este país. Con una inversión mínima de equipos digitales (tableta) y 15 dólares al año, los niños de este país están teniendo acceso a un software que evalúa a cada estudiante y le ayuda a impulsar el desarrollo de manera individual. El docente se convierte en un sistema de apoyo que impulsa al niño. Con una hora a la semana de uso de esta tecnología, los niños de este país están teniendo un desarrollo mucho mejor a lo experimentado antes. Malawi está en proceso de ampliar esta estrategia a todas sus 6,000 escuelas primarias. En la actualidad, casi 300,000 niños trabajan con una tableta una hora al día, con el objetivo de llegar a los 3,8 millones de niños de 1º a 4º grado a finales de esta década.
Lo peor que le puede pasar a una sociedad es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes. México no va bien en educación y este siglo complejo y competido nos obliga a actuar diferente y para ello cambiar el enfoque de la educación y encontrar nuevas alternativas, debiera ser prioritario para nuestro país.
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