“Los inversores de capital de riesgo, los gigantes tecnológicos y el gobierno chino está aportando dinero a raudales para la creación de startups especializadas en inteligencia artificial. También los estudiantes chinos han contraído la fiebre de la IA y se inscriben en programas de grado avanzado y asisten en sus teléfonos inteligentes a videoconferencias en directo de investigadores internacionales”, señala Kai-Fu Lee en su libro: Superpotencias de la Inteligencia Artificial.
China, un país que en los 70´s no lograba entender como meterse fuertemente en el mercado global y mejorar el nivel de vida de sus habitantes, comprendió que en el siglo XXI las economías exitosas necesitaban basarse en la innovación, la disrupción y el emprendimiento.
Por muchos años los chinos enviaron a sus mejores estudiantes a las principales universidades del mundo con el fin de que al regresar aplicaran lo aprendido. De allí surgió un modelo nuevo e interesante, de copiar la tecnología de occidente para hacerla más económica y quizás, mejor. En medio de esta nueva visión de desarrollo y crecimiento, la educación se convirtió en un pilar fundamental, por lo que China pasó de ser un desconocido en educación, a tener a dos de sus universidades entre las mejores del mundo y a obtener los primeros puestos en las privas educativas PISA que aplica la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). En el ámbito empresarial, apareció un personaje clave, Wang Xing a quien el mundo denominó como “el clonador”, una imagen invertida de los empresarios creativos del Silicon Valley, pero que inició o complementó un modelo de copia y mejora que convirtió a un país desconocido en tecnología, en el referente mundial de innovación tecnológica en este momento.
Justamente china tenía el problema que hoy tiene México, y es que su sistema educativo estaba centrado en la memorización de datos. Para Lee, el ingreso en la burocracia imperial del país dependía de la memorización palabra por palabra de textos antiguos y de la capacidad de redactar un perfecto -ensayo de ocho patas- que seguía unas rígidas pautas estilísticas.
El gobierno entendió que la educación es el motor de la economía, por lo que cambió completamente el rumbo de esta, apostando por una educación centrada en la tecnología y la investigación; y esa unión de una nueva educación, con el modelo empresarial chino de copiar para mejorar, fue la base que hoy tiene a este país como la gran potencia de innovación del planeta, recordemos que China hace la mitad de todas las patentes del mundo: 1´464,605 patentes hizo China en 2023 (México realizó 983 patentes).
La imitación China del mundo occidental llegó a extremos increíbles, como la construcción, a las afueras de Pekín, de una imitación de Disneylandia donde empleados vestidos con imitaciones de trajes de Mickey y Minnie Mouse abrazaban a los niños. El parque tenía un letrero que decía: Disneylandia está demasiado lejos, por favor, ven a Shijingshan; y al tiempo que se copiaba descaradamente este parque, el empresario Wang Xing copiaba versiones de Facebook y Twitter para China. En 2007 este parque fue abandonado.
Para el mundo, estas copias chinas era una aberración para la creación y la originalidad, pero para un país que no tenía experiencia en crear, este modelo sentó las bases del éxito y de una nueva manera de entender a la innovación y a la tecnología, como el sustento de una economía exitosa.
México, un país acostumbrado a vivir de los recursos naturales y la mano de obra barata, donde el sistema educativo sigue centrado en la memoria de conceptos, necesita dar un cambio de rumbo urgente y radical que le ayude a sentar las bases de una economía moderna con bases para competir y crecer en este siglo. Esto solo se dará cuando entendamos la vulnerabilidad de nuestros ingresos comparado con el dinamismo que vive el mundo actual.
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